La Princesa Elizabeth, heredera del trono de Inglaterra, y la Sra. Eva D. Perón, esposa del General Perón, presidente de la República Argentina, fueron indiscutiblemente las dos figuras femeninas de mayor proyección en la vida política internacional en 1951.
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Muy de nuestro tiempo bajo todos los puntos de vista, la Princesa Elisabeth representa de modo característico la dama del siglo XX formada bajo el influjo de las tradiciones todavía vivas en nuestra época, y especialmente en Inglaterra.
El pueblo inglés ve en ella el símbolo de su gloria, la expresión de la finura, de la gracia, de la simple y noble superioridad de la “gentry” de su tierra, la representación visible y sensible de lo que la nación puede producir de más idealmente “racé”.
Su popularidad es inmensa, y a bien decir unánime: en Inglaterra existe oposición contra el Ministerio, no sin embargo contra la monarquía, y menos todavía contra la risueña y encantadora heredera del trono.
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La Sra. Eva D. Perón encarna en su figura, en sus gestos, en su actitud, un “estilo” también característico de nuestro tiempo, pero enteramente diverso.
Militando en la vida política desembarazadamente, y con un ardor y asiduidad poco común incluso entre los hombres, antigua actriz, oradora popular viva y de recursos, vista con mucha frial-dad por las fami-lias tradicionales que cultivan la distinción y las maneras por las cuales se tornó famosa la socie-dad porteña, la Sra. Eva Duarte Perón era el ídolo del movimiento sindicalista de las masas “descamisadas” con las cuales ésta identificada por todo y en todo.
Una y otra, la Princesa y la “leader” de los “descamisados”, representan ideales, principios, mundos en choque ora consciente y violento, ora desapercibido, pero permanente, en todos los países de la actualidad.
Comparar estas dos figuras femeninas, consideradas no personalmente, sino como “tipos”, no es pues comparar dos naciones, sino dos modos de ser que existen en todos los países.
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¿Será comparar dos clases sociales? Tampoco, pues ambos “estilos” pueden ser realizados de arriba a abajo de la escala social.
Para solo dar un ejemplo, la Bienaventurada Anna María Taigi, simple cocinera de los Príncipes de Colonna en Roma, en el siglo XIX, llamaba la atención de los transeúntes, no sólo por su piedad, sino por la venerabilidad de su figura.
Y todos nosotros conocemos por el interior del país rudos y pobres campesinos, presidiendo la vida de familia con la nobleza de los patriarcas de otros tiempos.
* * *Insistimos: en esta confrontación lo que se evidencia es la diferencia entre dos “estilos”, dos modos de ser.