Haga del lector un ejercicio de fantasía, y suponga que fue posible, regresando a los siglos pasados, volviendo a la época de Cristo, y entrando en una habitación en la modesta morada de la Sagrada Familia en Nazaret. Asegúrate de encontrar a la Virgen jugando con el Niño. Y que uno y el otro fuesen exactamente como Rouault los imaginó en la imagen que reprodujimos en nuestro cliché. ¿Esta visión sería satisfactoria a las expectativas del lector? ¿Correspondería a lo que podrías esperar de la Madre de Dios y del Verbo Encarnado misma? ¿Encontraría en estas figuras un reflejo auténtico del espíritu cristiano, de las virtudes inefables de Jesús y María? Evidentemente no.
Quienquiera, porque se esfuerza por que el arte cristiano refleje de manera digna y apropiada el espíritu de los Evangelios y la Iglesia, no puede ser indiferente al hecho de que las imágenes de este tipo se generalicen extendidas entre los fieles. ¿Qué terminará pensando y qué sentirá un pueblo acerca de la Sagrada Familia si no tiene más que obras pictóricas o escultóricas de este jaez? frente a ella? El arte cristiano tiene la misión de ayudar, dentro de sus posibilidades peculiares, a la difusión de la sana doctrina, y el espíritu de esa pintura no puede considerarse propicio para este fin.Para aclarar mejor estas afirmaciones, consideremos cuán efectiva es esta imagen del “Maitre de Moulins” (siglo XV) , que por el contrario , también representa a la Virgen y el Niño, para hacernos entender por los sentidos lo que la Iglesia nos enseña acerca de Jesús y María.