Cinco años después de la Revuelta de los Paraguas, decenas de miles de jóvenes se enfrentan a la Policía con cócteles «Molotov» y barricadas en llamas en una marcha prohibida contra los totalitarismos
Cinco años después de la Revuelta de los Paraguas, que fracasó reclamando democracia pero sentó las bases de las protestas actuales, arde Hong Kong en vísperas del Día Nacional de China, que conmemora el martes su 70º aniversario. En un fin de semana plagado de protestas, decenas de miles de personas han inundado este domingo el centro de la isla en una marcha global contra los totalitarismos, que estaba prohibida por la Policía pero se celebra también en otras ciudades del mundo.
Comparando al régimen de comunista de Pekín con el nazismo, los manifestantes se congregaron en el distrito comercial de Causeway Bay con carteles que habían transformado en una esvástica las estrellas amarillas de la bandera roja de China. Desahogándose contra el presidente Xi Jinping, muchos pisoteaban su retrato en el suelo bajo una bandera azul por la independencia de Hong Kong que enarbolaba Paladin Cheng. A cara descubierta, no tenía problemas en hablar abiertamente porque, según contaba, su identidad ya ha aparecido en los medios de la propaganda china y está «marcado». «Después de la devolución a China hace 22 años, hemos visto un retroceso en Hong Kong porque se trata de un Estado fascista y necesitamos la independencia», justificaba este vendedor de 38 años. Su deriva soberanista empezó en 2012, cuando el presidente Xi Jinping tomó el poder, porque, a su juicio, «es un emperador cruel y no podemos confiar más en el Partido Comunista de China para tener democracia y libertad». Aunque Cheng veía difícil que Hong Kong pudiera ser independiente, confiaba en el respaldo de otros países.
Para pedir ayuda a la comunidad internacional, abría la manifestación un escuadrón de enmascarados ataviados de negro que portaban 74 banderas de países democráticos, entre ellas la de España, más las de la Unión Europea y la ONU. «La gente de Hong Kong necesita el sufragio universal y nos comprometemos a apoyar siempre la lucha por la democracia», declaraba en inglés su portavoz mientras la multitud aplaudía su discurso. «Time for freedom, stand with Hong Kong!» («¡Tiempo de libertad, permanezcan con Hong Kong!», gritaban los manifestantes, en su mayoría jóvenes y adolescentes. Al margen de consideraciones políticas, solo sociológicas, las protestas de Hong Kong suponen la primera revolución del siglo XXI en una sociedad avanzada: organizada a través de las redes sociales, retransmitida al minuto por los medios y reprimida por la Policía con la más avanzada tecnología, como su cañón de agua tintada y el helicóptero que sobrevolaba la isla vigilando la marcha.
A pesar del tono festivo de sus reivindicaciones, desde el primer momento se desataron enfrentamientos entre los manifestantes y la Policía, que se empleó a fondo con gases lacrimógenos, pelotas de goma y el espray de pimienta. En medio del caos que inundó los distritos comerciales de Causeway Bay y Wan Chai, así como la zona gubernamental de Admiralty, los jóvenes radicales montaron barricadas en llamas, destrozaron bocas de metro y lanzaron numerosos cócteles «Molotov». Entre ellos varios contra el interior de la estación de metro de Wan Chai, donde se había refugiado la Policía. Tras estos graves disturbios, la escalada de la violencia hace temer una tragedia el martes, cuando se puede desatar un infierno porque los manifestantes se han propuesto aguarle a China su Día Nacional.
Tras rechazar la marcha cerca de las sedes gubernamentales de Admiralty, escenario habitual de las protestas, los antidisturbios persiguieron a los manifestantes durante horas y detuvieron a decenas de ellos. Debido a la fuerza de las cargas policiales, al menos uno resultó herido de consideración y, aparentemente inconsciente, tuvo que ser evacuado por una ambulancia con el cuello inmovilizado, como presenció este corresponsal.
«No conseguiremos nada porque llevamos más de tres meses protestando y el Gobierno no nos escucha. Pero al menos le demostraremos la fuerza de la gente, que está desesperada», explicaba Chris, un estudiante de Secundaria de 17 años, quien justificaba la violencia y el vandalismo como medio de presión política ante la falta de respuesta de las autoridades. Las protestas de Hong Kong empezaron de forma pacífica en junio contra la ley de extradición a China, que ya ha sido retirada. Pero han derivado en una guerrilla urbana que exige democracia al autoritario régimen de Pekín, como hace justo cinco años la Revuelta de los Paraguas.