“Sabía, naturalmente, que su acción sería denunciada y le acarrearía el martirio también. Pero se enfrentó tranquilamente a tal riesgo, él que estaba acostumbrado a enfrentar riesgos. Lo enfrentó con esa deliberación superior de un hombre que había elegido tomar la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. No tembló, no dudó, siempre se mantuvo dueño de sí mismo, siempre heroico. Durante los dos martirios que sufrió, mantuvo esta misma actitud tranquila: la serenidad de un soldado frente a la muerte, el soldado de Nuestro Señor y de Nuestra Señora.
La gloria de San Sebastián es la gloria del guerrero. Es la gloria del héroe que cambió el riesgo de la guerra para enfrentar el mayor riesgo de la arena. Lo hizo tranquilamente y condujo a muchas almas al cielo; y finalmente, él mismo se convirtió en mártir.
Debemos pedirle a San Sebastián que comprendamos el perfil moral del héroe católico. También debemos pedirle que obtenga de Nuestra Señora la gracia de vencer la falsa piedad que nos presenta a los santos de manera sentimental y falsa.” PCO