La vida de este sacerdote holandés que se santificó en Brasil, no es tan conocida como merecería.
Redacción (30/08/2022 07:26, Gaudium Press) La vida del Beato Eustaquio van Lieshout no es tan conocida como merecería serlo. Miremos algunos de sus hechos más insignes.
Nace él en Holanda el 3 de noviembre de 1890, ingresa a la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María y se ordena sacerdote en 1919, y es destinado a la misión en un poblado perdido en Brasil, Agua Suja, en el llamado Triángulo Minero, lugar de muchas necesidades espirituales y materiales.
En Agua Suja permaneció 10 años. Allí comenzó la construcción del santuario de Nuestra Señora de la Abadía, que luego se volvió gran centro de peregrinación.
Tanto en Agua Suja, como en los lugares donde misionó después, tuvo particular cuidado con los pobres y enfermos. Cuando iba a visitar a los enfermos, a veces se convertía en su médico y enfermero.
Cuida de un niño como no lo cuidaba la madre
Un día, entra en una choza encontró un niño que era todo él una sola llaga. Ni siquiera la madre tenía el coraje de atenderlo. El padre Eustaquio lo atendió como a su hijo, lo bañaba a diario, lavaba sus ropas, sacaba los gusanos que corroían sus carnes con una pinzas, y le aplicaba una pomada que él mismo había preparado. Al mes estaba curado.
El anterior suceso es una muestra ‘corriente’ del comportamiento del P. Eustaquio durante los 24 años que fue sacerdote de Jesucristo en esta tierra.
Estando en Agua Suja, el padre holandés ya hizo algunas curas milagrosas. Pero fue en Poá, adonde fue transferido en 1935, que el don de milagros brilló con mayor intensidad, y de donde su fama de santidad se regó por todo el Brasil.
El prestigio de las curas materiales y espirituales que hacía el P. Eustaquio llegó a atraer multitudes de 10.000 personas diarias hasta Poá. Pero esta afluencia de gente inquietó a las autoridades civiles y religiosas, que consiguieron de los superiores de la comunidad de los Sagrados Corazones el traslado del P. Eustaquio. Él no entendía como un carisma dado por Dios para beneficio del pueblo podía causar mal, pero obedeció sin chistar.
Fue a San Pablo, pero tuvo que vivir oculto, bajo la vigilancia de los superiores, sin poder ser visitado ni siquiera por los amigos. Varias veces fue trasladado, siguiendo el guión anterior, hasta que fue acogido por un joven superior de su comunidad, en Patrocinio.
Estando allí, fue llamado por el Arzobispo de Belo Horizonte para asumir la parroquia de los Sagrados Corazones, la cual regentó por poco más de un año hasta su muerte, en agosto de 1943. Ahí también realizó su ministerio de consejero iluminado y usó abundantemente de su carisma de milagros.
A la par de las curas, él tenía como principal misión la conversión de sus fieles. Y en este campo los ‘milagros’ espirituales eran abundantísimos. Tras sus sermones, los hombres corrían a los confesionarios en cantidades. Con mucha frecuencia debían ir otros sacerdotes a ayudarlo en el ministerio de la confesión después de sus predicaciones.
Su vida interior, ejemplar, era la fuente de su virtud y de sus conversiones.
Atendiendo a un afectado de tifus, el P. Eustaquio contrajo esa enfermedad. Diez días después partiría para la eternidad.
Sus exequias fueron una apoteosis en Belo Horizonte, que reconocía su santidad.
Con información de Arautos.org